“Masculinidad” es una palabra protagonista en la cultura mexicana a pesar de su pluralidad de significados. Presente en las distintas personalidades del mexicano, en las creencias populares y los roles de género, esta palabra tiende a asumir como parte íntima de su identidad atributos negativos como la violencia, la dominancia y la agresión. A lo largo de la historia, el “ser macho” ha sido una aspiración impuesta en la mayoría de niños mexicanos.
El pintor Fabián Cháirez ha buscado cuestionar estas premisas y proponer nuevas masculinidades por medio de su obra, tomando figuras mexicanas arquetípicas del machismo o de lo que “debe de ser un hombre”, como el luchador y el torero; y poniéndolas en contextos y poses sensuales y provocativas que están en clara afronta a lo que la heteronormalidad dicta y más en comunión con los valores identitarios de la comunidad LGBT+.
A su vez, en sus más recientes exploraciones ha cuestionado el rol que la iglesia católica, sus dogmas y símbolos de poder han tenido en la cultura machista y la represión sexualidad y el erotismo.
Fabián comenzó con este hilo conceptual desde el 2010, partiendo de la necesidad de “hablar de algo muy cercano y personal”. Surgiendo de un contexto en el cual había una aversión a personas amaneradas, no blancas y no alineados a la masculinidad hegemónica, el pintor chiapaneco decidió darse voz y representación a personas como él y pintarse. En sus palabras: “Buscaba hablar de esa herida que me causó el contexto machista, que me forzaba a hacer algo”. Por esto, y por el hecho de que en ese momento el ser modelo para una pintura con esa temática era tabú incluso para miembros de la comunidad LGBT+, fue que la primera aproximación a este tema para Fabián fue el autorretrato.
Sus cuadros son inherentemente provocadores y eróticos, siendo esto último para Fabián “Prácticamente una forma de reafirmación del individuo y sobre todo una reafirmación de la vida”. Este tema es constante en su obra, en la que sin embargo no siempre recurre por completo a desnudos completos sino más a insinuaciones a manera de la pintora portuguesa Paula Rego. “Quiero ir más allá del desnudo”.
Por otro lado, lo provocador resulta para Cháirez no solo algo con lo que se encuentra cómodo, sino que además es necesario para la sociedad. En palabras de Fabián “El arte que no provoca es mera decoración”. Esta forma de pensar quedó muy patente en el 2019, cuando Fabián presentó en Bellas Artes su obra La Revolución, en la cual representa a Emiliano Zapata, ídolo revolucionario mexicano entaconado montando eróticamente a un caballo. Esta obra causo revuelo a nivel nacional pero finalmente abrió un muy necesario dialogo sobre los derechos humanos y la libertad de expresión.
Esta constancia temática contrasta con la versatilidad de sus trazos entre obra y obra, recorriendo mediante sus pinceladas distintos estilos y técnicas que pasan de ser reminiscentes de Sorolla hasta Lucien Freud y Baltus; Creando en cada obra una reinterpretación y una oda a la historia del arte.
En El Éxtasis Fabián aborda a los símbolos católicos y al arte sacro, pintando a dos monjas en un éxtasis compartido, cuyas expresiones hacen una clara alusión a la escultura del Éxtasis de Santa Teresa de Bernini.
Siguiendo el hilo temático, en su obra “La Venida del Señor”, Fabián Cháirez crea una composición con iconografía católica que bien puede ser considerada un sacrilegio por los creyentes, poniendo a estos símbolos en un contexto altamente erótico y provocador, creando incluso un brillante juego de palabras con la iconografía católica en el título del cuadro.
Por medio de todas estas obras y sus hilos temáticos en común, Fabián Cháirez busca luchar contra el conservadurismo, negándose a tokenizar su arte creando solamente “Contenido LGBT+ heterofriendly” y buscando no solo generar nuevos símbolos y asociaciones entre imágenes populares y personajes del imaginario colectivo mexicano, sino también honrar las corporalidades no hegemónicas por medio de su representación en el arte.
